sábado, 23 de enero de 2010

Formación-Valores vs Mercado Laboral

He leído que un partido político ha realizado una propuesta para la reforma del sistema educativo, dicha propuesta, entre otros muchos asuntos interesantes, postula que se debe premiar y valorar más el esfuerzo y capacidad de los alumnos en toda su etapa formativa. La verdad es que me parece bastante interesante este punto, ya digo que la propuesta reformista del sistema educativo posee muchos más. Pero yo me quiero detener, por lo menos ahora, en este punto: que se valore más el esfuerzo, cuestión con la que estoy totalmente de acuerdo. Es muy interesante que al alumno se le forme dentro de una serie de valores como son el esfuerzo, el trabajo, la constancia y que se le premie por ello; porque en la vida real, al menos teóricamente, debería ser así.

Y ahora yo digo una cosa, ¿se valora el esfuerzo tanto formativo como laboral en el mercado de trabajo?. ¿A los estudiantes les va a servir el tener una buena formación, obtenida con trabajo y esfuerzo, para obtener un puesto de trabajo acorde con esa formación tanto en el aspecto retributivo como en el del bienestar, entendiendo por bienestar el disfrute de una serie de derechos laborales?. Pues bien, la respuesta es desgraciadamente no. ¿Por qué?, pues muy sencillo, porque de nuevo dependemos del Mercado y su Ley de la Oferta y la Demanda. Es triste pero es así de sencillo, el Mercado Laboral aunque en la teoría esté regulado por los convenios laborales, en la práctica está regulado por la Oferta y la Demanda, como otro mercado cualquiera. Como en artículos anteriores me vengo a referir a que en el s.XXI seguimos teniendo carencia de derechos laborales en muchos aspectos.

Los ejemplos de lo que expongo se ven a diario. Aunque parezca mentira existen muchos Ingenieros en Telecomunicaciones, Ingenieros en Informática, Ingenieros en Caminos Canales y Puertos, Licenciados en Derecho, Médicos, etc… que ganan no menos, sino mucho menos que un fontanero o un electricista. Sin querer, en ningún momento, menospreciar estas profesiones ni quienes las realizan, pero indudablemente un profesional de la fontanería no ha realizado el esfuerzo formativo que un Ingeniero de Caminos ni muchísimo menos, y es más, su trabajo no conlleva la misma responsabilidad ni por asomo. Pero ¿qué razón hay para que el fontanero gane mucho más? Pues la sencilla razón de que existen muy pocos fontaneros para la demanda de trabajos de fontanería que tiene la sociedad y muchos Ingenieros para lo que se demanda. El empresario pone las cartas sobre la mesa, o coges el trabajo con estas condiciones o lo dejas porque tengo a cuarenta detrás tuya, es lo que se conoce en economía como exceso de oferta laboral. Un ejemplo de lo contrario ha ocurrido hace poco con el “boom” inmobiliario, que eran tantas la obras en construcción que había una demanda de albañiles tremenda, provocando que un albañil cobrase unos 2.000 euros al mes, en muchos casos sin tener ni idea de albañilería. También tendría influencia el tema de la economía sumergida, los sueldos en “B”, etc… No digo que el albañil debe ganar menos, pero es indudable que el Ingeniero debería ganar mucho mas, estos dos son dos ejemplos que escojo al azar como ejemplos contrapuestos de lo que pretendo explicar, sin querer descalificar ni a uno ni a otro, dado que me parecen dos profesiones la mar de respetables y honradas.

El exceso de oferta laboral implica reducción de salario y rebaja de los derechos de los trabajadores. Señores, los Ingenieros en Informática en ciertas empresas de ciertos Parques Tecnológicos ganan unos 800 euros al mes, saben a que hora entran pero no saben a cual van a salir y encima no les pagan las horas extras. Conozco casos de Ingenieros que trabajan en empresas multinacionales que ganan una miseria para lo que trabajan y la responsabilidad que conlleva su trabajo, que entran a las 9 y salen a las 10 de la noche, que tienen que desayunar en su puesto trabajo disimuladamente sentados en su silla sin poder moverse y encima sin ensuciar, que la horas extras no se las pagan cuando a los Aparejadores si, que si se dan de baja les pueden echar, que les piden en mitad de sus vacaciones que se incorporen al trabajo. Cuidado que estamos hablando de una persona que se ha tirado gran parte de su vida formándose, que tiene una carrera de unos 5 años sin repetir curso, en el mejor de los casos, por lo tanto con una capacidad intelectual, de trabajo y formativa envidiables. Pero mala suerte, hace 20 años con la mitad de formación eran los reyes del mambo, pero claro había pocos Ingenieros por aquellas fechas.

Existe una teoría económica, que por antigua no deja de ser cierta, que no gusta para nada a los neoconservadores, que es que cuando el Mercado falla debe intervenir el Estado para solventarlo y enmendar ese fallo. Debemos pedir a nuestros legisladores que establezcan leyes que regulen no sólo el Mercado de Trabajo sino que también potencien las inspecciones de trabajo constatando que esa regulación se cumple. Y si se detecta que no se cumple se debe sancionar de forma contundente. Tenemos que exigir a nuestros sindicatos que sean activos y efectivos, que luchen de una vez por el derecho de todos los trabajadores y no sólo de los más mayoritarios, porque todos en definitiva son trabajadores. Debemos cambiar las cosas para incentivar a los que vienen y para mejorar las cosas de los que ya están. Los jóvenes estudiaran, se esforzaran por mejorar, de cara a que ese esfuerzo sea recompensado en un futuro con un puesto de trabajo, con un nivel salarial y unos derechos laborales acordes con lo estudiado. Porque por mucho que se valore y premie el esfuerzo en la etapa formativa, si luego no es recompensado cuando se llega al Mercado de Trabajo mal vamos. Y es que hay veces que uno piensa que está el mundo al revés.

No quiero hablar en ningún momento de la capacidad de superación, esfuerzo y trabajo que conlleva aparejado a toda persona que consigue en la vida obtener lo que se propone. No hablo, para nada, del esfuerzo que requiere ese hito, sino de todo lo contrario. Hablo de los que lo consiguen sin esfuerzo, tan sólo con la ayuda de un mercado libre que todo lo puede, por culpa de una ley injusta por su libertad como es la Ley de la Oferta y la Demanda, que paradoja ¿verdad?, que una ley sea injusta debido a que es libre y bucee en la más pura libertad.

Yo sólo pretendo hablar, en definitiva, de los valores que debemos aportar a nuestros hijos para que consigan desarrollarse no sólo profesionalmente, sino también personalmente. Debemos hacerles saber algo que nuestros antepasados explicaron a nuestros mayores, “que el saber nos hará libres”. Por eso lucharon por dar una formación a sus hijos que los hiciera mejores. Que realicen la profesión que realicen, universitaria o no, en la vida lo hagan con una buena formación no sólo profesional sino también cultural. La primera los hará mejores en la vida laboral y la segunda los hará mejores, simplemente, en la vida. Hoy en día debido a la capacidad de ganar dinero fácil y rápido sin formación alguna y trabajando en sectores como la construcción, por ejemplo, esos valores de esfuerzo y trabajo han desaparecido. Muchos jóvenes opinan que para que voy ha estudiar si para trabajar en la construcción, sigamos poniéndola como ejemplo, no lo necesito y voy ha ganar más que estudiando. Y si encima tenemos un Sistema Educativo que no le exige al alumno ningún tipo de nivel, permitiéndole pasar de curso aunque no haya adquirido los conocimientos mínimos exigibles. Eso nos convierte, en el terreno económico, en épocas de crisis, en una sociedad de paro sin formación para dedicarse a otro sector. Y en el terreno social en una sociedad sin valores e inculta, como puede verse en la calle día a día. Y esto último nos debe dar más miedo que lo primero. Una sociedad sin valores e inculta es fácil de engañar y no va ningún lado, tan sólo a su mera destrucción. Parece incomprensible pero estoy llegando a las mismas conclusiones que llegaban en el primer tercio del siglo XX los progresistas que pretendían cambiar España. Por lo que aún queda mucho por hacer o algo no estaremos haciendo bien. O tal vez, simplemente hemos progresado tanto, que no lo valoramos y nos da igual volver atrás.