sábado, 9 de enero de 2016

Austeridad

Decir que la excesiva Deuda Pública ha causado la crisis, es confundir causa con consecuencia.  Establecer que el incremento de la deuda de los países a partir del 2007 se debe a los derrochadores y gastosos estados, es establecer una mentira como excusa para el establecimiento generalizado del dogma de la Austeridad, que acabe con el estado del bienestar.

La deuda pública se ha incrementado básicamente para salvar al sistema financiero y por la merma de los ingresos públicos provocada por la crisis, tanto en los Estados Unidos como en Europa. Antes del 2007 las deudas de los PIGS estaban estabilizadas en niveles bajos y hasta en claro decremento, como es el caso de España, que hasta el 2008 tenía superávit. Por lo tanto, que quede absolutamente claro que nunca ha habido orgía del gasto público generalizado, y éste no ha sido el causante de la crisis. El caso de Grecia es una total excepción. A modo de ejemplo, en 2007 España tenía una deuda pública neta del 26% del PIB e Irlanda del 12%, mientras que Alemania lo tenía del 50%.

Lo que realmente ha ocurrido es: primero una crisis del sistema financiero y luego, y como consecuencia de ésta, una crisis de la deuda soberana. El coste del recate y recapitalización del sistema financiero ha sido de 13 billones de dólares, según un estudio del Instituto B. Markets, y ha sido sufragado por los balances de los Estados. Provocando un incremento medio de la deuda pública en los países afectados por la crisis de entre un 40 y 50%. Nos quieren hacer ver lo contrario, con el simple objetivo de que los causantes de la crisis no tengan que pagarla.

La actual crisis es antes que nada una crisis del sector privado, que se ha trasladado al sector público al acudir este último al rescate del anterior.

Pero nos han hecho ver lo contrario, estableciendo la falacia de que la crisis está provocada por los altos niveles de endeudamiento de los Estados, para establecer como única receta posible el establecimiento de políticas de reducción del gasto, es decir, Austeridad. Logrando así que al final el coste del recate del sector financiero lo asuma la población.

Como indica Mark Blyth, al que me referiré en varias ocasiones en este artículo,”…lo que nos hace pasar como una crisis provocada por la mala práctica del sector público, resulta ser, en su núcleo mismo, un problema casi enteramente debido a las malas prácticas del sector privado, y más concretamente del sector financiero.”.

La regla de oro del liberalismo y el neoliberalismo, es que el Estado es ineficiente y derrochador de recursos por lo que no debe intervenir en la economía, dado que el mercado es totalmente eficiente y se regula sólo. Ahora, eso sí, pero cuando el sistema financiero, es decir, el mercado financiero, hizo aguas, obligaron al Estado a rescatarlos. Tal regla de oro se viene demostrando históricamente que es totalmente falsa y además es la causa de las grandes crisis económicas de éste siglo y del siglo pasado. La Teoría de la Austeridad no es más que una herramienta más del Liberalismo, que tanto daño hizo en el pasado a las economías que la sufrieron, y que ha retomado el neoliberalismo en nuestros días.

Esta idea esencial del liberalismo de oposición entre Estado y Mercado; tiene una justificación en sus orígenes en la época del absolutismo. En esa época no existían estados democráticos como los conocemos hoy. El Estado era un Rey de poder absoluto, despótico y derrochador. Pero esa idea ha quedado arcaica, no se corresponde con los Estados de finales del XIX, ni del XX y menos con los del XXI. Desde principios del siglo XX se ha demostrado que esa idea es errónea, pero los liberales, en un principio y los neoliberales después, la han seguido aplicando, defendiendo y justificando hasta la actualidad, aunque los resultados de la aplicación de sus políticas basadas en esa idea hayan sido desastrosos.

La escuela austriaca en el siglo XX, con Schumpeter como uno de sus máximos exponentes, siguió ahondando en la misma tesitura. Sus postulados establecían que la mejor forma de defender el capitalismo era apartar al Estado de cualquier papel en el ámbito económico. Dado que las intervenciones del Estado no podían modificar las actuaciones del Mercado a Largo Plazo, toda intervención del mismo era perjudicial, siendo éste el origen de los ciclos económicos. Por lo que los Mercados serán entidades estables sino se intervenían en ellos, dado que el Estado era la fuente de toda inestabilidad.

A principios de los años 30 del siglo pasado, los seguidores de la Escuela Austriaca en los E.E.U.U. convencieron al presidente Hoover de establecer políticas liberales, entre las que estaban enmarcadas políticas de Austeridad, para atajar las grave crisis que surgió tras el Crack del 29, con el objetivo de restaurar las confianza empresarial. La consecuencias de la aplicación de tales recetas fue la mayor depresión económica que conocieran los estadounidenses.

Establecieron el lema, hoy conocido como Ley de Fomento de la Oferta, en la que el crecimiento económico se consigue a través de un libre comercio absoluto y presupuestos públicos equilibrados, dado que sólo así se consigue la confianza empresarial que fomente el desarrollo económico. Esta formula ha pasado invariable a través de los tiempos. Y eso que ha dado resultados negativos, sobre todo en tiempos de crisis. Hasta que en los años 40 no se empezaron a implantar políticas de corte keynesiano, no se empezó a salir de la crisis.

Gracias a las Políticas Keynesianas se acabo con la crisis y se estableció un fuerte crecimiento económico tanto en los EEUU como en Europa. Keynes estableció: “El consumo es el único fin y objetivo de la actividad económica”, por lo que es el único medio para salir de la crisis. En su “Teoría General del Empleo, el interés y el dinero” demostró que el incremento del ahorro no siempre implica aumento de la inversión, pero si implica siempre bajada del consumo, y esto último lleva consigo bajada de la demanda y, por lo tanto, contracción económica. A través de la que hoy en día llamamos Teoría del Fomento de la Demanda, estableció que el Estado debía intervenir en la economía provocando un aumento de la producción y los precios, que aumentaran los beneficios, que provocara un aumento de los asalariados, descendiendo así el desempleo y aumentando el consumo. Demostró que es el consumo lo que da perspectivas positivas a los inversores y no los presupuestos equilibrados del Estado. Estableció que la confianza es uno de los efectos del crecimiento y no su causa.

Los éxitos de las políticas keynesianas relegaron a las políticas Liberales al ostracismo hasta la Crisis Estructural de los años 70. Dado que esta crisis fue la oportunidad para el resurgir de las teorías liberales y neoliberales, a través de la Teoría Monetarista.

La Teoría Monetarista establece una serie de principios, de los aquí quiero hacer mención a algunos: determina que el Mercado es totalmente eficiente y se autoregula, por lo que es la intervención del Estado lo que provoca las crisis y distorsiones. Se establece que los Bancos Centrales deben ser independientes y no tener relación con el poder político. Y establece que el desempleo existe debido a los salarios vigentes dado que es voluntario. Los dos primeros sean demostrado empíricamente e históricamente que son falsos, y el último, no es que sea falso, es que es insultante.

Esas teorías aplicadas durante los 70, 80 y 90 son el germen de la crisis del 2007, con sus liberaciones del mercado, sobre todo el financiero, sus bajadas de impuestos, etc…

Quiero reflejar aquí lo que decía el economista Albert Hirschman: “Si comprobamos que alguien repite una y otra vez los mismos argumentos, sin introducir en ellos ninguna modificación, durante 300 años, resultaría extremadamente sensato recelar de esa argumentación y mantenerla en cuarentena”.

El caso de Alemania es un caso único por sus características y su situación. Y por ello voy a hacer una mención especial. Por el simple hecho de que es la excepción que confirma la regla. Quiero expresar ante todo mi admiración por el pueblo alemán, no por sus dirigentes por su puesto, que supieron levantar una nación tras dos guerras que la devastaron por completo.

De la crisis de entreguerras y de la crisis institucional del postnacismo surgen los principios del Capitalismo Renano, o Capitalismo Social o Economía Social de Mercado, que aunque defendían valores: como que el Estado debe establecer las normas en las que debe moverse el mercado, también favorecer una estructura económica para la satisfacción de las necesidades sociales, favoreciendo la competitividad y evitando los monopolios y oligopolios; también defendían que recurrir al Gasto Público es un abuso del Estado, sólo ahorrar e invertir es el lema. Siguen creyendo que el crecimiento se provoca por el lado de la oferta (ahorro e inversión) y no por el de la demanda (consumo).

Su mayor defensor y precursor fue Ludwing Erhard, el cual fue Ministro de Economía de Alemania entre los años 1949 y 1963 y Canciller desde el 1963 hasta el 1966. Se le considera el artífice del “Milagro Económico Alemán”.

Pero se podrían decir varias cosas con respecto al Milagro Alemán, conseguido a través de políticas de Austeridad, pero sólo voy a comentar la que nos atañe hasta nuestros días. Y es que Alemania logro éxito porque el resto de países no aplicaron ese mismo tipo de políticas, recordemos que el resto aplicaban políticas de corte Keynesiano. Debido a que si el resto también hubiesen sido austeros, ¿a quien hubiese a exportado Alemania sus productos?,¿cómo hubiese logrado convertirse una nación netamente exportadora?.

Quiero hacerme eco, yo también, de lo que el Sr. Martín Wolf, Jefe de Economía del Financial Times, mencionó en nuestros días: “¿Hemos de suponer que todo el mundo ha de lograr superávit en cuenta corriente?. Y en caso de que así sea, ¿quién pensamos que nos va a financiar esos excedentes?,¿los marcianos?. Y si lo que todo el mundo quiere es tratar de instalarse en una situación de superávit del ahorro, ¿qué otra cosa podría resultar de ese empeño sino la instauración de una depresión global permanente?.”

Otro de los casos de éxito de la austeridad es en Canadá, pero nos encontramos de nuevo con un país de carácter exportador con un potente cliente como es los Estados Unidos, por lo que así compensaba la contracción que le causaban dicha políticas.

En conclusión no ha habido ni una sola vez en la historia que la Austeridad haya logrado lo que se proponía, crecimiento económico. Sólo en determinados países y bajo determinadas circunstancias, es decir, que tuvieron crecimiento a pesar de la austeridad. Como bien nos recuerda Joseph Stiglitz, que además de Premio Nobel de Economía fue economista jefe del Banco Mundial y ex vicepresidente del mismo, y actualmente profesor de la Universidad de Columbia, “las Políticas de Austeridad fracasaron en Asia en los 90, en Latinoamérica en el 2001 y de nuevo hoy en Europa”.

Entonces, ¿por qué ahora hay crecimiento económico en España, por ejemplo, si estamos inmersos en políticas de austeridad?. Por la simple coyuntura: precios bajos, salarios bajos, petróleo bajo, bajos tipos de interés, bajos precios de las materias primas, crecimiento en las exportaciones etc… Es decir tenemos crecimiento a pesar de la austeridad. Pero ese crecimiento ¿es igual o desigual?. Es totalmente desigual; las rentas del trabajo siguen estancadas o en claro retroceso mientras de las del capital siguen creciendo. Ello implica mayor desigualdad. El paro sigue en porcentajes inaceptables y eso que gran cantidad de parados han emigrado. Es decir ese crecimiento del que tanto se pavonean unos, es solo para unos cuantos y no para la mayoría que continúan en la precariedad y la depresión económica.

En España, por terminar con el caso español, no podemos estar tranquilos con nuestra situación: cuando la mayoría de los ciudadanos han perdido estabilidad laboral, poder adquisitivo y nivel salarial, cuando tenemos un 23% de paro, el número de ocupados es  de 104.000 menos que hace 4 años, y el nivel desempleo juvenil es de un escandaloso 50%,  cuando la calidad del empleo que se está creando es baja y precaria,  y cuando la deuda pública sigue aumentando pese al esfuerzo de la austeridad.

El crecimiento económico que ahora sufrimos, me atrevería a decir que es tan sólo un espejismo. Dado que, como ya vengo diciendo en artículos anteriores, no se han sentado las bases para que la crisis no vuelva a empeorar, seguimos cometiendo los mismos errores, como si no hubiésemos aprendido del pasado. No se ha realizado esa reforma del capitalismo que defendían Obama y Sarkozy en el año 2009. No se ha cambiado el sistema productivo, ni se ha reformado el sistema financiero, ni eliminado los paraísos fiscales. Lo único que se ha hecho es aplicar políticas de recorte y austeridad, que han sumido a la población en 8 años de dura crisis, despojándola de derechos sociales y laborales, mermando seriamente el estado del bienestar

Pero, como vengo repitiendo desde hace años, otra política económica es posible. En los círculos económicos, más críticos con la situación actual, suenan con fuerza las siguientes cuatro medidas, como de inaplazable aplicación para salir de la crisis de forma globalizada y homogénea:

-         - Revertir las políticas de austeridad.

-       - Mutualizar la deuda en la UE, acabando así con la prima de riesgo y la especulación en torno a la deuda pública.

-       - Reforma del sistema financiero que lo dote de transparencia y estabilidad. Con controles que eviten errores del pasado. Y con un mecanismo de toma de decisiones común en la UE.

-       - Eliminación de los paraísos fiscales, en los que actualmente hay 32 billones de dólares, según James Henry de “Red para la Justicia Social”.

-      - Establecimiento de mayor justicia fiscal. Mayores cargas impositivas a las rentas más altas. Se lograría así reducir la deuda a costa de los que más ganan y no de los que menos. Además de ser un acto de justicia social. Mark Blyth, firme defensor de esta idea, nos refiere varios estudios que reflejan que ello tendría importantes beneficios para la economía; como el hecho por un grupo de economistas alemanes que estiman que estableciendo un único impuesto del 10% sobre todo patrimonio personal neto mayor a 250.000 euros, se podría recaudar una cifra de aproximadamente un 9% del PIB de Alemania. También nos refiere a otro, de carácter más extremo, de Peter Diamond del MIT (Massachusetts Institute of Technology) y Emanuel Sáez de la Universidad de Berkeley, que si se implantara un impuesto de más del 80% de la renta, al 1% de la población más rica no generaría una bajada en la recaudación, indicando que dichos tipos además de elevados debería ser crecientes.

Quiero reseñar ésta última medida porque sería de vital importancia para la reducción de la deuda pública. Dado que el impago de la misma traería peores consecuencias de las que está trayendo la austeridad.

En resumen, la crisis del sector financiero y las políticas de austeridad nos han llevado a la situación en la que nos encontramos y no otros factores que nos quieren inculcar. No por mucho repetir una mentira se convierte en verdad.


Que no nos engañen los actuales cantos de sirena, la solución a la crisis no pasa ni ha pasado nunca por la austeridad.

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