Decir que la excesiva Deuda Pública ha
causado la crisis, es confundir causa con consecuencia. Establecer que el incremento de la deuda de
los países a partir del 2007 se debe a los derrochadores y gastosos estados, es
establecer una mentira como excusa para el establecimiento generalizado del
dogma de la Austeridad, que acabe con el estado del bienestar.
La deuda pública se ha incrementado básicamente
para salvar al sistema financiero y por la merma de los ingresos públicos
provocada por la crisis, tanto en los Estados Unidos como en Europa. Antes del
2007 las deudas de los PIGS estaban estabilizadas en niveles bajos y hasta en
claro decremento, como es el caso de España, que hasta el 2008 tenía superávit.
Por lo tanto, que quede absolutamente claro que nunca ha habido orgía del gasto
público generalizado, y éste no ha sido el causante de la crisis. El caso de
Grecia es una total excepción. A modo de ejemplo, en 2007 España tenía una
deuda pública neta del 26% del PIB e Irlanda del 12%, mientras que Alemania lo
tenía del 50%.
Lo que realmente ha ocurrido es: primero
una crisis del sistema financiero y luego, y como consecuencia de ésta, una
crisis de la deuda soberana. El coste del recate y recapitalización del sistema
financiero ha sido de 13 billones de dólares, según un estudio del Instituto B.
Markets, y ha sido sufragado por los balances de los Estados. Provocando un
incremento medio de la deuda pública en los países afectados por la crisis de
entre un 40 y 50%. Nos quieren hacer ver lo contrario, con el simple objetivo
de que los causantes de la crisis no tengan que pagarla.
La actual crisis es antes que nada una
crisis del sector privado, que se ha trasladado al sector público al acudir este
último al rescate del anterior.
Pero nos han hecho ver lo contrario,
estableciendo la falacia de que la crisis está provocada por los altos niveles
de endeudamiento de los Estados, para establecer como única receta posible el
establecimiento de políticas de reducción del gasto, es decir, Austeridad. Logrando
así que al final el coste del recate del sector financiero lo asuma la
población.
Como indica Mark Blyth, al que me
referiré en varias ocasiones en este artículo,”…lo que nos hace pasar como una
crisis provocada por la mala práctica del sector público, resulta ser, en su núcleo
mismo, un problema casi enteramente debido a las malas prácticas del sector
privado, y más concretamente del sector financiero.”.
La regla de oro del liberalismo y el
neoliberalismo, es que el Estado es ineficiente y derrochador de recursos por
lo que no debe intervenir en la economía, dado que el mercado es totalmente
eficiente y se regula sólo. Ahora, eso sí, pero cuando el sistema financiero,
es decir, el mercado financiero, hizo aguas, obligaron al Estado a rescatarlos.
Tal regla de oro se viene demostrando históricamente que es totalmente falsa y
además es la causa de las grandes crisis económicas de éste siglo y del siglo
pasado. La Teoría de la Austeridad no es más que una herramienta más del
Liberalismo, que tanto daño hizo en el pasado a las economías que la sufrieron,
y que ha retomado el neoliberalismo en nuestros días.
Esta idea esencial del liberalismo de
oposición entre Estado y Mercado; tiene una justificación en sus orígenes en la
época del absolutismo. En esa época no existían estados democráticos como los
conocemos hoy. El Estado era un Rey de poder absoluto, despótico y derrochador.
Pero esa idea ha quedado arcaica, no se corresponde con los Estados de finales
del XIX, ni del XX y menos con los del XXI. Desde principios del siglo XX se ha
demostrado que esa idea es errónea, pero los liberales, en un principio y los
neoliberales después, la han seguido aplicando, defendiendo y justificando
hasta la actualidad, aunque los resultados de la aplicación de sus políticas
basadas en esa idea hayan sido desastrosos.
La escuela austriaca en el siglo XX, con
Schumpeter como uno de sus máximos exponentes, siguió ahondando en la misma
tesitura. Sus postulados establecían que la mejor forma de defender el
capitalismo era apartar al Estado de cualquier papel en el ámbito económico.
Dado que las intervenciones del Estado no podían modificar las actuaciones del
Mercado a Largo Plazo, toda intervención del mismo era perjudicial, siendo éste
el origen de los ciclos económicos. Por lo que los Mercados serán entidades
estables sino se intervenían en ellos, dado que el Estado era la fuente de toda
inestabilidad.
A principios de los años 30 del siglo
pasado, los seguidores de la Escuela Austriaca en los E.E.U.U. convencieron al
presidente Hoover de establecer políticas liberales, entre las que estaban
enmarcadas políticas de Austeridad, para atajar las grave crisis que surgió
tras el Crack del 29, con el objetivo de restaurar las confianza empresarial.
La consecuencias de la aplicación de tales recetas fue la mayor depresión
económica que conocieran los estadounidenses.
Establecieron el lema, hoy conocido como
Ley de Fomento de la Oferta, en la que el crecimiento económico se consigue a
través de un libre comercio absoluto y presupuestos públicos equilibrados, dado
que sólo así se consigue la confianza empresarial que fomente el desarrollo
económico. Esta formula ha pasado invariable a través de los tiempos. Y eso que
ha dado resultados negativos, sobre todo en tiempos de crisis. Hasta que en los
años 40 no se empezaron a implantar políticas de corte keynesiano, no se empezó
a salir de la crisis.
Gracias a las Políticas Keynesianas se
acabo con la crisis y se estableció un fuerte crecimiento económico tanto en
los EEUU como en Europa. Keynes estableció: “El consumo es el único fin y
objetivo de la actividad económica”, por lo que es el único medio para salir de
la crisis. En su “Teoría General del Empleo, el interés y el dinero” demostró
que el incremento del ahorro no siempre implica aumento de la inversión, pero
si implica siempre bajada del consumo, y esto último lleva consigo bajada de la
demanda y, por lo tanto, contracción económica. A través de la que hoy en día
llamamos Teoría del Fomento de la Demanda, estableció que el Estado debía
intervenir en la economía provocando un aumento de la producción y los precios,
que aumentaran los beneficios, que provocara un aumento de los asalariados,
descendiendo así el desempleo y aumentando el consumo. Demostró que es el
consumo lo que da perspectivas positivas a los inversores y no los presupuestos
equilibrados del Estado. Estableció que la confianza es uno de los efectos del
crecimiento y no su causa.
Los éxitos de las políticas keynesianas
relegaron a las políticas Liberales al ostracismo hasta la Crisis Estructural
de los años 70. Dado que esta crisis fue la oportunidad para el resurgir de las
teorías liberales y neoliberales, a través de la Teoría Monetarista.
La Teoría Monetarista establece una serie
de principios, de los aquí quiero hacer mención a algunos: determina que el
Mercado es totalmente eficiente y se autoregula, por lo que es la intervención
del Estado lo que provoca las crisis y distorsiones. Se establece que los
Bancos Centrales deben ser independientes y no tener relación con el poder
político. Y establece que el desempleo existe debido a los salarios vigentes
dado que es voluntario. Los dos primeros sean demostrado empíricamente e
históricamente que son falsos, y el último, no es que sea falso, es que es
insultante.
Esas teorías aplicadas durante los 70, 80
y 90 son el germen de la crisis del 2007, con sus liberaciones del mercado,
sobre todo el financiero, sus bajadas de impuestos, etc…
Quiero reflejar aquí lo que decía el
economista Albert Hirschman: “Si comprobamos que alguien repite una y otra vez
los mismos argumentos, sin introducir en ellos ninguna modificación, durante
300 años, resultaría extremadamente sensato recelar de esa argumentación y
mantenerla en cuarentena”.
El caso de Alemania es un caso único por
sus características y su situación. Y por ello voy a hacer una mención
especial. Por el simple hecho de que es la excepción que confirma la regla.
Quiero expresar ante todo mi admiración por el pueblo alemán, no por sus
dirigentes por su puesto, que supieron levantar una nación tras dos guerras que
la devastaron por completo.
De la crisis de entreguerras y de la
crisis institucional del postnacismo surgen los principios del Capitalismo
Renano, o Capitalismo Social o Economía Social de Mercado, que aunque defendían
valores: como que el Estado debe establecer las normas en las que debe moverse
el mercado, también favorecer una estructura económica para la satisfacción de
las necesidades sociales, favoreciendo la competitividad y evitando los
monopolios y oligopolios; también defendían que recurrir al Gasto Público es un
abuso del Estado, sólo ahorrar e invertir es el lema. Siguen creyendo que el
crecimiento se provoca por el lado de la oferta (ahorro e inversión) y no por
el de la demanda (consumo).
Su mayor defensor y precursor fue Ludwing
Erhard, el cual fue Ministro de Economía de Alemania entre los años 1949 y 1963
y Canciller desde el 1963 hasta el 1966. Se le considera el artífice del
“Milagro Económico Alemán”.
Pero se podrían decir varias cosas con
respecto al Milagro Alemán, conseguido a través de políticas de Austeridad,
pero sólo voy a comentar la que nos atañe hasta nuestros días. Y es que
Alemania logro éxito porque el resto de países no aplicaron ese mismo tipo de
políticas, recordemos que el resto aplicaban políticas de corte Keynesiano.
Debido a que si el resto también hubiesen sido austeros, ¿a quien hubiese a
exportado Alemania sus productos?,¿cómo hubiese logrado convertirse una nación
netamente exportadora?.
Quiero hacerme eco, yo también, de lo que
el Sr. Martín Wolf, Jefe de Economía del Financial Times, mencionó en nuestros
días: “¿Hemos de suponer que todo el mundo ha de lograr superávit en cuenta
corriente?. Y en caso de que así sea, ¿quién pensamos que nos va a financiar
esos excedentes?,¿los marcianos?. Y si lo que todo el mundo quiere es tratar de
instalarse en una situación de superávit del ahorro, ¿qué otra cosa podría
resultar de ese empeño sino la instauración de una depresión global
permanente?.”
Otro de los casos de éxito de la
austeridad es en Canadá, pero nos encontramos de nuevo con un país de carácter
exportador con un potente cliente como es los Estados Unidos, por lo que así
compensaba la contracción que le causaban dicha políticas.
En conclusión no ha habido ni una sola
vez en la historia que la Austeridad haya logrado lo que se proponía,
crecimiento económico. Sólo en determinados países y bajo determinadas
circunstancias, es decir, que tuvieron crecimiento a pesar de la austeridad. Como
bien nos recuerda Joseph Stiglitz, que además de Premio Nobel de Economía fue
economista jefe del Banco Mundial y ex vicepresidente del mismo, y actualmente
profesor de la Universidad de Columbia, “las Políticas de Austeridad fracasaron
en Asia en los 90, en Latinoamérica en el 2001 y de nuevo hoy en Europa”.
Entonces, ¿por qué ahora hay crecimiento
económico en España, por ejemplo, si estamos inmersos en políticas de
austeridad?. Por la simple coyuntura: precios bajos, salarios bajos, petróleo
bajo, bajos tipos de interés, bajos precios de las materias primas, crecimiento
en las exportaciones etc… Es decir tenemos crecimiento a pesar de la
austeridad. Pero ese crecimiento ¿es igual o desigual?. Es totalmente desigual;
las rentas del trabajo siguen estancadas o en claro retroceso mientras de las
del capital siguen creciendo. Ello implica mayor desigualdad. El paro sigue en
porcentajes inaceptables y eso que gran cantidad de parados han emigrado. Es
decir ese crecimiento del que tanto se pavonean unos, es solo para unos cuantos
y no para la mayoría que continúan en la precariedad y la depresión económica.
En España, por terminar con el caso
español, no podemos estar tranquilos con nuestra situación: cuando la mayoría
de los ciudadanos han perdido estabilidad laboral, poder adquisitivo y nivel
salarial, cuando tenemos un 23% de paro, el número de ocupados es de 104.000 menos que hace 4 años, y el nivel
desempleo juvenil es de un escandaloso 50%, cuando la calidad del empleo que se está
creando es baja y precaria, y cuando la
deuda pública sigue aumentando pese al esfuerzo de la austeridad.
El crecimiento económico que ahora
sufrimos, me atrevería a decir que es tan sólo un espejismo. Dado que, como ya
vengo diciendo en artículos anteriores, no se han sentado las bases para que la
crisis no vuelva a empeorar, seguimos cometiendo los mismos errores, como si no
hubiésemos aprendido del pasado. No se ha realizado esa reforma del capitalismo
que defendían Obama y Sarkozy en el año 2009. No se ha cambiado el sistema
productivo, ni se ha reformado el sistema financiero, ni eliminado los paraísos
fiscales. Lo único que se ha hecho es aplicar políticas de recorte y
austeridad, que han sumido a la población en 8 años de dura crisis, despojándola
de derechos sociales y laborales, mermando seriamente el estado del bienestar
Pero, como vengo repitiendo desde hace
años, otra política económica es posible. En los círculos económicos, más
críticos con la situación actual, suenan con fuerza las siguientes cuatro
medidas, como de inaplazable aplicación para salir de la crisis de forma
globalizada y homogénea:
- - Revertir
las políticas de austeridad.
- - Mutualizar
la deuda en la UE, acabando así con la prima de riesgo y la especulación en
torno a la deuda pública.
- - Reforma
del sistema financiero que lo dote de transparencia y estabilidad. Con
controles que eviten errores del pasado. Y con un mecanismo de toma de
decisiones común en la UE.
- - Eliminación
de los paraísos fiscales, en los que actualmente hay 32 billones de dólares,
según James Henry de “Red para la Justicia Social”.
- - Establecimiento de mayor justicia fiscal.
Mayores cargas impositivas a las rentas más altas. Se lograría así reducir la
deuda a costa de los que más ganan y no de los que menos. Además de ser un acto
de justicia social. Mark Blyth, firme defensor de esta idea, nos refiere varios
estudios que reflejan que ello tendría importantes beneficios para la economía;
como el hecho por un grupo de economistas alemanes que estiman que estableciendo
un único impuesto del 10% sobre todo patrimonio personal neto mayor a 250.000
euros, se podría recaudar una cifra de aproximadamente un 9% del PIB de
Alemania. También nos refiere a otro, de carácter más extremo, de Peter Diamond
del MIT (Massachusetts
Institute of Technology) y Emanuel Sáez de la Universidad de Berkeley, que si
se implantara un impuesto de más del 80% de la renta, al 1% de la población más
rica no generaría una bajada en la recaudación, indicando que dichos tipos
además de elevados debería ser crecientes.
Quiero reseñar ésta última medida porque
sería de vital importancia para la reducción de la deuda pública. Dado que el
impago de la misma traería peores consecuencias de las que está trayendo la
austeridad.
En resumen, la crisis del sector
financiero y las políticas de austeridad nos han llevado a la situación en la
que nos encontramos y no otros factores que nos quieren inculcar. No por mucho
repetir una mentira se convierte en verdad.
Que no nos engañen los actuales cantos de
sirena, la solución a la crisis no pasa ni ha pasado nunca por la austeridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario