sábado, 27 de marzo de 2021

Piketty y la desigualdad



Thomas Piketty se ha convertido en uno de los economistas más renombrados del siglo XXI, estando pendiente de ser el más influyente, aunque, que duda cabe, va camino de ello, como ya lo fue Sir John M. Keynes en el siglo XX. No sería mal asunto que Piketty fuera el Keynes de nuestro tiempo y que sus tesis influyeran tanto como lo hicieron las del señor Keynes en el siglo pasado, cuyo legado ha llegado hasta nuestros días. Dado que no hay nada mejor para que una teoría perdure en el tiempo, cómo que se constante empíricamente el acierto de sus tesis.


Piketty, nacido en Cluchy (Francia) en 1971, es un economista francés, que con sus dos últimas obras “El Capital del siglo XXI” (2014) y “Capital e Ideología” (2019) ha revolucionado el panorama académico, profesional y político de la economía; poniendo de nuevo en el centro del debate la desigualdad. Actualmente es director de Investigación en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS), profesor en la Paris School of Economics, de la que ha sido director, y codirector de la World Inequality Database. Con tan solo 23 años se doctoró en economía en la prestigiosa London School of Economics (LSE), llegando a ser profesor de ésta institución y de la, no menos prestigiosa, Massachusetts Institute of Tecnology (MIT).


El centro de su estudio versa sobre la desigualdad y redistribución de la renta, realizando sus tesis en base a datos de series históricas, con las cifras obtenidas de los Impuestos de la Renta, del Patrimonio y de Sucesiones y Donaciones desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, de los principales países europeos y de los Estados Unidos, destacando entre sus colaboradores más cercanos los prestigiosos economistas Anthony Atkinson y Emmanuel Sáez. Utilizando esos datos obtenidos durante 15 años de investigaciones dedicadas al estudio de la dinámica histórica de los ingresos y la riqueza.


Mediante éste, y otros artículos, quiero hacerles llegar la teoría del señor Piketty, la cual, está elaborada de forma científica y empírica, tomando como fuente los datos obtenidos de los impuestos y de la base de datos World Top Incomes Database. Ante las cifras, datos amplios y rigurosos, no cabe ninguna interpretación subjetiva.


Piketty enfoca la distribución de la riqueza considerándola como una de las cuestiones más controvertidas, debatidas e importantes de nuestra actualidad. Pero a la vez nos recuerda que no sólo es una cuestión de actualidad ahora, sino que lo ha sido siempre. Por lo que él sería uno de los últimos en estudiar ésta materia. Teniendo como antecedentes en el estudio de la desigualdad, su evolución y sus soluciones a dos ramas de estudio diferenciadas en el tiempo: una del siglo XIX y otra del siglo XX. 


La rama del siglo XIX, en la que englobamos las teorías de Thomas Malthus, David Ricardo y Carlos Marx, entre otras por su peso influencial. Malthus (1766-1834) entendía que el problema radicaba en la superpoblación que padecía su época por el crecimiento demográfico, que estaba provocando una bajada de los salarios agrícolas e incremento de las rentas de la tierra, siendo éste el germen de la impopularidad de la aristocracia. Planteando como soluciones destacables al problema la implantación de políticas de control de natalidad y el establecimiento de una doble cámara de representantes (una para ricos y otra para pobres). David Ricardo (1792-1823), influenciado por Malthus, fue mas lejos en su análisis, indicando que la solución giraba entorno al establecimiento de un impuesto con una tasa impositiva más alta sobre la renta del suelo. Karl Marx (1818-1883) planteaba que “la dinámica de la acumulación de capital privado lleva inevitablemente a la concentración de la riqueza y el poder en unas pocas manos, llevando a una revolución de las clases más humildes que logre acabar con esta situación”.


La rama del siglo XX, nos la inicia el señor Piketty hablando del señor Kuznets y, posteriormente del señor Solow, nos indica que fueron los primeros economistas en tener acceso y utilizar bases de datos contrastables, a diferencia de Ricardo y Marx. Simon Kuznets (1901-1985) teorizó con que bastaba ser paciente y esperar para ver que el desarrollo terminaba beneficiando a todos; para él la desigualdad se iría disminuyendo conforme el sistema capitalista fuera avanzando y actuando de forma libre y sin interferencia externa. Aunque empírica su tesis no tuvo en cuenta que la reducción de la desigualdad de la primera mitad del siglo XX fue producto de las dos Guerras Mundiales, del New Deal y de las políticas keynesianas, y no de la actuación del capitalismo. Robert Solow (1924-) desarrollaba la “Teoría del sendero del crecimiento equilibrado”, la cual básicamente nos indica que el crecimiento económico sigue una trayectoria igual en todas las magnitudes: producción, ingresos, beneficios, sueldos, etc…, creciendo al mismo ritmo, sacando cada grupo social provecho de ello en igual proporción”, es decir, el trabajador sacará provecho del crecimiento económico, a través de los ingresos del trabajo, en la misma proporción y con la menor diferencia, que el propietario de la empresa de los beneficios del capital.


Lo interesante de estas dos ramas es que los economistas del siglo XIX, con tan escaso material estadístico, aunque erraran en sus predicciones apocalípticas, si acertaron en la formulación de sus preguntas, en poner en el centro del debate la Desigualdad. La cual era tan importante en su época, hace más de 150 años, como lo sigue siendo ahora. Mientras que las teorías de Kuznets y Solow, son mas que discutibles y no son demostrables empíricamente, si utilizamos datos lo suficientemente amplios y teniendo en cuenta las circunstancias políticas y económicas de la época de cada dato.


Por eso Piketty remarca que la respuesta se haya en base al estudio empírico de los datos y series económicas, debiendo ser lo más diversa y amplia posible, para lograr conseguir las tesis más certeras, que no puedan ser rebatidas por ideologías políticas o económicas, dado que no hay nada más certero que los números. Así nos recomienda que para hacer el análisis de un concepto o teoría, en este caso la desigualdad, valiendo esta recomendación para el resto de casos, debemos obviar los prejuicios o ideas preconcebidas y dejarnos llevar sólo y únicamente por los datos estadísticos, históricos y empíricos, huyendo de cualquier aversión o animadversión del individuo sobre el resultado, aceptándolo aunque no nos guste la tesis resultante. Desde luego que no es una tarea fácil, pero si la única de poder acercarnos a la verdad de las cosas.


Entrando en materia del estudio de la desigualdad, Piketty nos remarca que no sólo nos tenemos que interesar por la desigualdad en sí, sino que también por los niveles, el origen y la estructura evolutiva de la misma, junto con sus justificaciones y causas económicas, morales, sociales y políticas. Usando, como ya he mencionado, una amplia y profunda base de datos, las primeras tesis de forma global que extrae de los mismos son: primero, que la historia de la distribución de la riqueza es profundamente política y no se puede resumir sólo en mecanismos económicos; y segundo, que no existe ninguna manera de evitar permanentemente las tendencias desigualitarias y sus tendencias hacia la convergencia o la divergencia. Es decir, hay factores y mecanismos que provocan que la desigualdad aumente o disminuya, pero estos movimientos nos son perpetuos, por lo que unas veces se va convergiendo y otras divergiendo. Pero siempre existirá desigualdad, mayor o menor, estando en manos de la sociedad lograr sólo que se apliquen las políticas que disminuyan la desigualdad lo máximo posible.


Así, la principal fuerza de divergencia sobre la que nos habla es la que llama, “acumulación y distribución desigual de la riqueza”. Es decir, y aquí va a ser una de las pocas veces que introduzca fórmulas matemáticas para transmitirles la teoría de Piketty, el factor principal de incremento de la desigualdad, que considera, es que los rendimientos del capital sean superiores al crecimiento de la economía.  La famosa fórmula de Piketty: r>g. Es decir, que las tasas de crecimiento de los intereses del rendimiento del capital sean superiores a las tasas de crecimiento de la economía en su conjunto. Dicho de otra forma, espero, aún más sencilla, que los beneficios o rentas que obtienen los propietarios del capital cada año, sea superior a la tasa de crecimiento de la economía, por ejemplo, el PIB.


Por ello, aparte de una inversión formativa universal por parte de los Estados, también plantea como factor convergente, es decir, que luche contra la desigualdad y corrija que r>g, el establecimiento de un “Impuesto Progresivo Mundial sobre el Capital”. Esto ya se ha sido realizado, en cierta forma, en el pasado con un gran éxito y no precisamente en un país de corte comunista, como veremos más adelante.


Pero todo esto lo vamos a desarrollar a continuación, estos han sido unos breves retazos de la teoría de Piketty, pero debemos profundizar en ella para ver lo reveladora que es, y en cuantas cosas nos va a sorprender.


Comúnmente, los tipos de ingresos que existen en una sociedad los podemos clasificar en: ingresos del trabajo (salarios), rendimientos del capital o ingresos del capital y la propiedad del capital. Por lo que la desigualdad en una sociedad surge por la suma de tres factores: desigualdad en los salarios, desigualdad en los ingresos del capital y desigualdad en la propiedad del capital. Pues bien, el estudio de Piketty, para empezar, nos revela que en todas las épocas siempre se cumple una regla: “La desigualdad respecto al capital es mayor que respecto al trabajo”.


Si la sociedad la dividimos en estratos, o jerarquías o clases, como las queramos llamar, para poder así compararlas unas con otras y observar las diferencias, es decir la desigualdad, la podemos dividir en tres estratos: clase inferior que engloba al 50% más bajo, clase media que engloba el 40% siguiente superior y la clase superior que engloba el 10% más rico de la población, pudiendo hasta dentro de este 10% separar al 1% o al 0,1% que serían los super ricos.


Pues bien, una vez definidos los estratos sociales nos encontramos actualmente que de media mundial: los del estrato del 10% con ingresos más elevados reciben entre un 25 y un 30% del total de ingresos del trabajo; y que, el 10% poseedores de las cantidades de capital más elevados posee entre un 50% y un 90% del total del capital mundial. Evidenciando que la desigualdad del capital es mayor a la de respecto del trabajo.


Si nos centramos en la desigualdad de los ingresos del trabajo, Piketty nos recuerda que aunque menores que la del capital deben ser tenidos en cuenta porque suponen entre un 66 y un 75% del ingreso nacional y porque las diferentes desigualdades de los ingresos del trabajo entre países son muy sustanciales, además de que aunque comparada con la del capital es pequeña, eso no quiere decir que la de los salarios no sea importante. 


Si observamos históricamente la evolución de los datos vemos que los países más igualitarios, o menos desiguales, son los escandinavos de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, en el que el 10% mejor pagados reciben el 20% de los ingresos del trabajo; y los 50% peor pagado reciben el 35% de los ingresos salariales. Los que han tenido una mediana igualdad son los países europeos de la actualidad, en los que el 10% mejor recibe el 30% de los salarios y el 50% peor el 30% de los salarios. Y los que son más desigualitarios respecto al salario son los Estados Unidos de la primera década del siglo XXI, en el que el 10% mejor pagado recibe el 35% de la masa salarial total y el 50% peor recibe el 25% de la masa salarial.


La desigualdad respecto del capital, la cual vemos que es superior a la de los salarios sin desmerecer a ésta, debido que la del capital es tan grande que hace que la de los salarios parezca pequeña por muy grande que también sea ésta. Observando los datos vemos que los países más igualitarios en riqueza han sido los escandinavos de las décadas de los 70 y 80, en los cuales el 10% de patrimonios más elevado poseía el 50% de la riqueza nacional, mientras que el 50 % más pobre poseía el 10% de la riqueza nacional.


Por lo que observamos que la desigualdad patrimonial en los países escandinavos de los 70, que son los más igualitarios patrimonialmente, es más fuerte que la desigualdad de salarios de los Estados Unidos de principios del siglo XXI, que es el ejemplo de país más desigual.


Observamos que la desigualdad del capital entre los de arriba y los de abajo es extrema y superior a la de los salarios, aunque ésta  exista en los dos ámbitos. De todas formas los datos nos reflejan que no ha existido ninguna sociedad que haya tenido una distribución patrimonial que pudiese considerarse débilmente desigualitaria. Para que pudiésemos considerarlo así, ese país debería tener el 50% inferior de la escala poseyendo al menos un 20 o un 25% del patrimonio total. 


La desigualdad patrimonial es tan extrema que existe hasta dentro de ese tramo más alto del 10% más rico. En el que el 1% superior tiene un patrimonio medio de 5 millones de euros y el 9% más bajo posee un patrimonio medio de 800.000 euros.


Observando la evolución del capital nos encontramos con que la situación antes de la I Guerra Mundial es diferente a la existente hoy día. En el sentido de que debido a la las dos guerras mundiales, las políticas económicas de las postguerra, la crisis económica del Crack del 29 y las políticas económicas de corte keynesiano que se aplicaron, conllevaron al hito histórico de la creación de una clase media patrimonial. Pasemos a verlo con los datos: 


De 1900 a 1910, la llamada Belle Epoque, en los países europeos la concentración de capital era aún más extrema que la de hoy día siendo sus datos:


10% más rico poseía el 90% del patrimonio nacional.

40% medio tenía el 5% del patrimonio nacional.

50% más pobre poseía el 5% o menos del patrimonio nacional.


Por los que observamos que no existía clase media, el 40% medio era igual de pobre que el 50% más pobre. Pero hoy día sin embrago, aunque sigue existiendo una alta concentración de la riqueza y desigualdad, la situación es:


10% superior posee el 60% (Unión Europea) o el 70% (EEUU).

40% medio posee el 33% de la riqueza o patrimonio nacional.

50% inferior apenas llega al 5% del total patrimonial, al igual que en 1910.


Por lo que extraemos dos conclusiones, por un lado, constatamos la aparición histórica de una clase media patrimonial, y por el otro, vemos que la situación del 50% más pobre de la sociedad sigue siendo la misma que hace 100 años. Además, si consideramos que la clase media tiene una población 4 veces superior al de la clase alta o la del 10% superior, pero su riqueza es de entre 2 o 3 veces inferior, vemos que la desigualdad no ha dejado de existir, si comparamos cada uno de los tramos con el resto, aunque haya aparecido esta clase media patrimonial. 


Considerando el Ingreso Nacional como la suma de los ingresos del trabajo y del capital de los residentes en ese país. Piketty nos indica que la barrera o límite a partir del cual surgen revoluciones y revueltas está en que el 10% más rico posea el 50% del ingreso nacional. Históricamente, según los datos de los últimos estudios, nunca se ha rebasado ese límite, salvo en vísperas de la Revolución Francesa. Para que las cifras de porcentajes tan altos de desigualdad se mantengan en el tiempo en una sociedad, Piketty lo achaca a dos factores: la existencia de un buen aparato represivo del poder político y económico; y a la existencia de un buen aparato propagandístico de justificación de la situación y el sistema.


Las previsiones para los EEUU en el año 2030, según los últimos estudios, nos trasladan que el 10% superior alcanzará a tener el 60% de los ingresos nacionales.


En resumen, nos encontramos con dos sociedades diferentes en el tiempo histórico, que alcanzan un alto grado de desigualdad, prominentemente cada una en una de las dos vías: la sociedad del antiguo régimen hasta la I Guerra Mundial a través de una fuerte desigualdad del capital; y los EEUU de principios del siglo XXI, por la vía de los salarios, con las fuerte remuneraciones de los superjecutivos, que agrupan una parte importante de los ingresos nacionales, pero suponen una parte ínfima de la población.

 

Además de que las reducciones de la desigualdad se han debido a factures tanto políticos como económicos. Entre los primeros tenemos las dos Guerras Mundiales y la destrucción de capital que supuso, ya fuera en bienes inmuebles como propiedades, valores, bonos, deuda etc.; y entre los segundos, estarían las políticas económicas para reflotar las economías y las sociedades en las postguerras y las políticas para hacer frente a la crisis derivada del Crack del 29, la llamada Gran Depresión, como el New Deal, políticas de corte keynesiano, etc. (que explicaré más adelante). 


Es decir, para poder afrontar las crisis emplearon políticas keynesianas, de incremento del gasto público y se consiguió una reducción de la desigualdad durante los 30 maravillosos, del 1950 al 1980, época en que se impusieron las políticas neoliberales, que hicieron que incrementara la desigualdad; y en el siglo XXI, la crisis del 2008, provocada por esas políticas neoconservadoras, de liberalización de mercados, bajadas de impuestos a los más ricos, etc…, se intentó hacer frente con más políticas neoliberales y de austeridad del gasto público, que provocaron que la crisis durara hasta nuestros días, once años, y además creciendo exponencialmente la desigualdad, destrozando los derechos de los trabajadores y obteniendo, por primera vez, una generación que, aunque mejor preparada, vivirá en peores condiciones que las de sus padres.


Llegados a este punto, me gustaría recordar los que expresa Piketty al respecto: “La desigualdad socioeconómica y la desigualdad de ingresos y fortunas entre grupos sociales son siempre tanto causas como consecuencias de los demás hechos en las otras esferas: todas las dimensiones siempre están indisolublemente vinculadas unas con otras. Por ello, la historia de la distribución de la riqueza constituye en todas las épocas una verdadera guía para interpretar la historia general de un país.”


Si seguimos observando las gráficas nos encontramos con que la evoluciones de la desigualdad en los EEUU y los países Europeos han seguido trayectorias que en ciertos aspectos nos sorprenden, porque rompen con ciertos mitos o ideas preconcebidas. 


Por el lado de la desigualdad en los ingresos; por un lado, observamos que la sociedad estadounidense de principios del siglo XX era mucho más igualitaria que la sociedad europea de esa misma época. Y que su evolución fue trastocada a lo largo de los años hasta nuestros días, invirtiéndose los papeles. Debido, en un primer lugar por las guerras mundiales y la Gran Depresión, que hizo que se aplicaran las políticas del New Deal, de corte keynesiano, y luego a partir de los 40 a cambios estructurales con la aparición de un sistema tributario moderno y progresivo, el cual fue destruido en los años 70, en los que se impusieron las políticas de corte neoliberal, en el que redujeron la intervención del estado y los impuestos a las clases más altas, provocando el incremento de la desigualdad que observamos a partir de esas fechas hasta nuestros días.


Por los que el sentimiento que tenemos hoy día de que Europa siempre ha sido mas igualitaria que los Estados Unidos, es falso. Los Estados Unidos de principios del siglo XX sin ser una sociedad igualitaria, era muchísimo menos desigual que la europea de la misma época; en aquellos años del 1900 al 1910 se veía a los Estados Unidos como la sociedad las oportunidades. Tan arraigado estaba ese concepto que cuando empiezan a aparecer las grandes fortunas de los Rockefeller, J.P. Morgan, los Carnegies, surgió una corriente de pensamiento, poniendo el acento en el futuro del país y el miedo a que dejara de ser la tierra de las oportunidades, sobre todo cuando observaban a los vecinos europeos y la situación de extrema desigualdad de soportaban. Ello explica la aparición de la década de los 20 y 30 de una tributación progresiva sobre las sucesiones, así como sobre los ingresos considerados excesivos. 


Ahora voy a desarrollar las causas por las que Piketty nos argumenta, tanto para Europa como para los EEUU, porque la desigualdad patrimonial de antes de la I Guerra Mundial no se volvió a reconstituir  y es debido a la conjunción de varios factores:

  • Destrucción de gran cantidad de los patrimonios como consecuencia de las dos guerras mundiales, por lo que éstos quedaron bastante menguados. Además de nacionalización de fábricas, establecimiento del impuesto excepcional de Solidaridad Nacional que gravó a los patrimonios más elevados con un 20%.
  • El tiempo. Las grandes fortunas existentes antes de 1914 eran el resultado de una fuerte acumulación de capital durante centenares de años, favorecidos por unas tasas de rendimiento del capital superior a las tasa de crecimiento de la economía, el ya famoso r>g. Así que hubo que esperar hasta 2010 para que se aproximaran a niveles relativamente cercanos a los de 1914.
  • Cambios estructurales partir de 1945. Cuya consecuencia más importante es la aparición de una clase media patrimonial. Siendo los cambios más importantes:

1) Aparición de una tributación significativa sobre el capital y sus ingresos, es decir, un Sistema Tributario moderno. Hasta la I Guerra Mundial en casi todos los países no existían impuestos sobre los ingresos del capital o sobre los beneficios de las empresas. Y en los raros casos en los que existían, eran con tipos impositivos muy bajos. Por ello se acumulaban y transmitían fortunas, pudiendo vivir de los beneficios que ellos producían. Así a los largo del siglo XX aparecieron diferentes figuras impositivas con tipos impositivos apreciables sobre dividendos, intereses, beneficios y rentas; lo cual supuso un gran cambio.


Antes de 1914 el tipo impositivo, en caso de existir, era de como máximo un 0,5%, a partir del 1945 pasó a ser del 30%, por lo menos hasta 1980, en que las políticas al respecto cambiaron radicalmente. Si vemos las tablas, observamos que la reducción de la desigualdad patrimonial en ese intervalo de tiempo fue espectacular, aunque no suficiente


2) Impuestos Progresivos. Este nuevo sistema tributario implantado, contemplaba unos tipos impositivos progresivos, en los que más tenían más pagaban; ello implica una mayor redistribución de la riqueza.


Lo que si podemos concluir al respecto, de manera clara y contundente, es que es totalmente ilusorio pensar que en la estructura de crecimiento moderno o en las leyes de la economía de mercado, existen fuerzas de convergencia que conduzcan de forma natural a una reducción de la desigualdad patrimonial, o a una pacífica estabilidad. La historia nos está demostrando que es todo lo contrario.


En resumen, las series históricas nos transmiten que:

  • La importancia del capital hoy día no es muy diferente de los siglos XVIII y XIX. Sólo ha cambiado su forma pasando de capital rural a industrial, inmobiliario y financiero.
  • La concentración del capital sigue siendo muy elevada, aunque menos extrema que hace 100 años o anteriores.
  • Aunque la mitad mas pobre no tiene casi nada, ha surgido una clase media patrimonial que posee entre el 25 y el 33% de la riqueza total. Cuando el 10% más rico pasa a poseer el 66%, cuando antes poseía el 90% de la riqueza.
  • r > g, hemos visto que explica la acumulación de la riqueza sufrida en siglos precedentes.

Además hemos constatado históricamente, que con mayor incidencia los factores que conllevan al aumento de la desigualdad son la acumulación del capital, la bajada de impuestos, la no intervención de Estado y el libre mercado; mientras que los factores que inciden en la reducción de la desigualdad son la implantación de un sistema tributario progresivo moderno, la existencia de mercados no totalmente libres, sino con la aplicaciones de cierta regulaciones o marco normativo, sobre todo el de capitales, y la existencia de un Estado supervisor. 


Hasta aquí Piketty nos ha revelado, poniendo luz sobre las sombras, las explicaciones de la existencia de la desigualdad, su doble naturaleza y su evolución. Observando en su evolución cuales son los factores que han provocado que aumentase y cuales son los que han provocado que disminuyese. Aprendiendo de todo ello y tomándolo como base experimental, entiende que la solución conjunta para la reducción de la desigualdad actual, la que padecemos hoy día, pasa por la reinterpretación del estado del bienestar, lo que el llama el “Estado Social para el siglo XXI”.


Dicho Estado Social pasaría por la implantación de los siguientes puntos: implantación de un Impuesto Mundial Progresivo sobre el Capital, incrementar el papel del Estado en la economía, establecimiento de un sistema de redistribución estatal moderna de los ingresos, repensar el impuesto progresivo sobre el ingreso, uso eficiente de la austeridad e incrementos en los gastos en Educación e I+D.


Piketty nos desarrolla cada una de estas soluciones conclusivas:

  • Impuesto Mundial Progresivo sobre el Capital. Volviendo a los datos históricos, como ya hemos mencionado e identificado en las tablas, el autor analizando la evolución de la distribución del capital desde el siglo XVIII hasta nuestros días, nos distingue 3 etapas: una primera etapa desde el siglo XVIII hasta la I Guerra Mundial de fuerte acumulación de capital, después pasa por una época de menor desigualdad hasta la década de los 70 y 80, en la que se empiezan a recuperar los niveles de acumulación del capital hasta nuestros días, aunque sin llegar a los niveles de antes del 1914. Pero los modelos predictivos nos indican que seguirá creciendo la desigualdad, acumulándose riqueza en las parte más alta de escala. Determinando como solución principal, que frene ésta dinámica, la aplicación de un Impuesto Mundial Progresivo sobre el Capital.

Este impuesto sería un complemento a los sistemas fiscales existentes, dado que aunque su capacidad recaudatoria sería limitada, no sería esa su función principal, si serviría para:

  1. Lograr parar la espiral de incremento de la desigualdad sin fin, que padecemos actualmente.
  2. Aumentar la redistribución de la riqueza.
  3. Dotar de mayor transparencia democrática y financiera sobre las fortunas. Permitiendo tener un mayor conocimiento e información sobre el volumen de patrimonios existentes de manera global y particular. 
  4. Hacer prevalecer el interés general sobre el privado.
  5. Preservar la apertura económica y las fuerzas de la competencia.
  6. Servir de control sobre el capitalismo salvaje. 

El ejemplo de estructura impositiva del impuesto que nos plantea Piketty para que comprendamos la importancia de este impuesto es:


Patrimonios de más 5 millones de euros, tipo impositivo de un 2%.

Patrimonios de entre 1 millón y 5 millones de euros, tipo impositivo de un 1%.

Patrimonios de menos de 1 millón de euros, tipo impositivo del 0%.


Para el caso de Europa, este ejemplo de esta estructura impositiva, afectaría sólo al 2,5% de la población y recaudaría el equivalente al 2% del PIB. Por lo que, aunque no serviría como fuente de financiación importante en el Estado del Bienestar, si lograría una cantidad de recursos nada desdeñable. Es más, Piketty aboga que para el tramo más rico las tasas podrían llegar hasta un 10% o más.


Pero, que duda cabe, que la implantación de dicho impuesto sería una utopía. Pero utópico era tan bien, no hace mucho tiempo, las políticas globales de control económico, como es la Obligación de la Información Bancaria, y aunque los escollos con los que se están encontrando son enormes, se está avanzando mucho en este asunto. E igualmente en el siglo XX antes de la implantación de los impuestos sobre los ingresos y sobre el capital, igualmente se pensaba que era una ilusión peligrosa y fue fuertemente rechazada en un principio, pero después de la II Guerra Mundial no sólo se popularizó su implantación sino que se produjo un incremento brutal en los tipos impositivos para los estratos tramos superiores.

  • Incrementar el papel del Estado. Piketty nos recuerda que el papel del Estado y su peso en la economía, ha tenido una controversia, casi irreconciliable, entre partidarios de un Estado fuerte e intervencionista y los partidarios de una total ausencia y desmantelamiento del mismo. La lucha de Keynes versus Hayek. Y paralelamente, ambos bandos, mantuvieron una lucha dialéctica sobre la percepción de los mercados y su infalibilidad, y lo contrario.

Si observamos la gráfica, esta confrontación la podemos ver en dos ejemplos contrapuestos, y como ha sido su evolución. Vemos que Suecia es el país con mayor peso impositivo en el 2010, con un tipo de mas de un 50%, y los EEUU es el menor con un 30% aproximadamente. Pero en 1950 Suecia y USA tenían el mismo peso impositivo aproximadamente el 28%. A partir de esa fecha Suecia lo fue aumentando con un crecimiento tal que en 2010 se llega a situar en más del 50%; mientras que los EEUU no ha sufrido tan fuerte incremento. Consecuencia de ello, podemos observar los diferentes pesos de los Estados en uno y otro país; y los diferentes Estados del Bienestar que posee uno y otro.


La finalidad de la recaudación impositiva hasta 1910 eran cubrir las funciones del gobierno:

  • Mantenimiento del orden.
  • Velar por el Derecho de la propiedad.
  • Gastos Militares.

Es decir, mantener la Policía, Justicia, Ejército y Administración General; pero no mucho más. No se financiaba ninguna función más. Siendo la mayor partida para los gastos militares; los cuales representaban entre un 2 y un 3% del IN. Hoy en día el de USA es del 4% y el de los países del golfo de un 10%. Educación y salud representaban un ínfimo 1-2% del IN en el siglo XIX.


Las causas principales del cambio radicaron en que el Estado aumentó la intervención no sólo fijando impuestos, sino también leyes y reglas, es decir, regulando. Hasta la década de los 70 y 80 que se desreguló todo.


La consecuencia más importante de ese aumento espectacular, de lo que llama Piketty, contribuciones obligatorias, es el establecimiento del “Estado de Bienestar”, o, como lo llama el autor, “Estado Social”, a lo largo de los treinta gloriosos 1945-1970.


Así, a modo de ejemplo, vemos que a principios del siglo XXI el gasto del Estado en educación y sanidad es de entre el 15-20% del IN de media en todos los países desarrollados, aunque existiendo diferencias entre ellos. Los llamados Ingresos de Reposición y Transferencias, que no son más que: pensiones por jubilación, prestaciones por desempleo, ayudas familiares, gastos de apoyo al ingreso, etc…, tienen un peso en el IN de entre un 10-15%. Siendo las jubilaciones la que mayor proporción abarcan con un 66-75% de los Ingresos de Reposición.


Junto con el acceso a la Educación y la Salud, el Sistema de Pensiones fue la tercera revolución social del siglo XX, que permitió erradicar la pobreza absoluta en la que vivía la tercera edad hasta entonces.


La prestación por desempleo supone entre el 1-2% del IN. Y el resto de prestaciones, las llamadas “gastos al apoyo al ingreso” representan aproximadamente menos del 1% del IN, lo cual es una cuantía insignificante con respecto a otras; sin embargo, es esta la más denostada por cierta posición política y sus simpatizantes, achacándola de ser un despilfarro para que la gente no quiera trabajar y un efecto llamada para los inmigrantes.


Así, si sumamos todas las partidas sociales nos encontramos con que representan entre un 25 y un 35% del IN. Lo cual nos denota, que el establecimiento de un sistema fiscal moderno, progresivo, justo y redistributivo, financió la creación de un Estado Social o Estado del Bienestar.


Debe quedar claro, sobre todo para cierto sector político que la redistribución moderna, no supone quitarle el dinero a los ricos para dárselo a los pobres; sino que reside en financiar Servicios Públicos e Ingresos de Reposición, sobre todo en el ámbito de la Educación, la Salud y las jubilaciones , de manera más o menos igualitaria para todos. Estos ideales que fundamentan este Estado del Bienestar vienen encuadrados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, y tuvieron que pasar 170 años para que se llegaran a aplicar.


Actualmente, afortunadamente, nos encontramos con un consenso sobre lo que llamamos “Modelo Social Europeo”, en el que los derechos a la educación, la salud y la jubilación, son derechos fundamentales. Y a nadie se le pasa por la cabeza que el Estado volviese a recaudar solo del 10 al 20% del IN y que el Estado volviera a tener sólo las funciones que tenía en el siglo XIX, que eran mínimas.


Pero, por el contrario, ninguna corriente política o social respalda que el Estado retornase a tasas de recaudación  del 70-80% para los tramos más altos de la jerarquía social, como se hizo en el tramo de 1930-1980.


Por ello no hay que olvidar que lo ideal es un sistema impositivo transparente, eficaz y aceptado por todos; y que esos recursos que obtenga los emplee el Estado en educación, salud, cultura, energía limpia, desarrollo sostenible, seguridad social, etc. Como bien dice el autor: “El impuesto no es bueno ni malo en si, todo depende de lo que se hace con él.


Lo que si debemos tener en cuenta, porque la historia nos lo ha enseñado, es que los incrementos  impositivos tan fuertes, como el que plantea Piketty, deben de realizarse en épocas de fuerte crecimiento económico, debiendo ser realizado poco a poco desde épocas de menor crecimiento; además de que el tamaño del peso del Estado debe ser controlado, siendo acordes con las necesidades sociales que se estén viviendo en cada época.

  • Incrementos de los gastos del Estado en Educación, formación e I+D. De tal forma que provoque que el principal y último objetivo de la instituciones educativas sean la de favorecer y ayudar en la movilidad en la jerarquía social. Por ello, todo el mundo debe acceder a la educación sin importar sus orígenes sociales y lograr alcanzar sus metas formativas sin que los recursos económicos propios o de sus progenitores sean un inconveniente. 

Hoy día el porcentaje de los hijos de padres pertenecientes al 50% más pobre que llegan a obtener titulación universitaria se sitúa de manera estancada entre un 10 y un 20%, mientras que para el 25% más rico estos porcentajes se mueven entre un 40 y un 80%. Lo que os denota la correlación existente entre ingresos de progenitores o su situación en la escala, con la probabilidad de acceso a la universidad. Siendo este uno de los temas fundamentales a abordar por el Estado Social del siglo XXI.

  • Repensar el Impuesto Progresivo sobre el Ingreso. Como ya se ha mencionado antes, el Impuesto progresivo sobre el ingreso ha sido uno de los grandes logros del siglo XX. Antes de su implantación parecía una utopía que se pudiesen aplicar este tipo de impuestos y a tan altos tipos impositivos. Pero la historia nos indica que no hay que dar nada por perdido, ni nada por hecho.

Piketty nos indica que la implantación de este impuesto fue uno de los factores fundamentales para el avance en la reducción de la desigualdad en 1950-1980. Incluyendo también como factor desencadenante de este hito la implantación del Impuesto de Sucesiones, tan denostado en nuestros tiempos.


La implantación de impuestos progresivos con tasas impositivas apreciables a partir de la II Guerra Mundial en Europa y los EEUU, trajo consigo grandes beneficios para esas sociedades tanto de crecimiento económico, como de reducción de la desigualdad. Como ya hemos mencionado varias veces, a partir de los 80 ese concepto impositivo fue debilitándose hasta hacer que en nuestros días el impuesto sea regresivo, es decir, que los más ricos pagan menos impuestos que la clase media. Ello esta contribuyendo al aumento de la desigualdad en porcentajes alarmantes, con una vuelta a una fuerte concentración de capital en el 1% más rico de la jerarquía.

Por lo que si aprendemos de la historia, es necesario un sistema impositivo progresivo, dado que desempeña un papel importante para el desarrollo económico y la reducción de la desigualdad, como ya pudo constatar de 1945 a 1980. Siendo un factor clave para garantizar la viabilidad del siglo XXI, desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista de la estabilidad y paz social. Por lo que debe ser defendido bajo los criterios de su exitoso pasado, dado que hoy está siendo atacado tanto social como políticamente.

 

Piketty nos llega hablar de un incremento de las tasas para las capas más altas, de tal manera que le llama Impuesto confiscatorio sobre los ingresos excesivos. Pero por raro que nos parezca, estas tasas tan superlativas, este impuesto confiscatorio en si, como nos recuerda Piketty, es un invento, ni más ni menos, de los EEUU, que fueron los primeros en llegar a pasas de más del 70% para la jerarquía superior  en 1922, tanto en ingresos como en sucesiones. Cuando se establecen tipos impositivos del 70-80% y más, no cabe duda, que por parte del Estado no existe sólo un afán recaudatorio, sino que también tiene un fin desincentivable de la existencia de ese tipo de ingresos o patrimonios, que el legislador considera económicamente estériles y excesivos; motivando así que desaparezcan a la larga.


El impuesto progresivo es, sin duda alguna, una fuerte manifestación de justicia social y libertad individual. Piketty nos recuerda las palabras de Irvin Fisher en 1919 en el discurso de su toma de posesión como presidente de la Economic Asociation: “El hecho de que el 2% de la población posea el 50% de la riqueza y que dos tercios de la población  no posea nada o casi nada, es una distribución antidemocrática de la riqueza que amenazaba las bases de la sociedad estadounidense”.


La evolución impositiva que ese magna de pensamiento iba fraguando hizo que en los Estados Unidos de America, cuando Roosvelt llegó al poder en 1933, cuyo país llevaba sufriendo 3 años de crisis devastadora con un altísimo nivel de desempleo, subió las tasas impositivas al tramo superior al 63% en 1933, la cual, llegó a seguir subiendo hasta situarse en el 94% en 1944. Hasta los años 60 se mantuvo en el 90%, y sólo fue principios de los 80 cuando bajó al 70%. Así la media impositiva para ese tramo más alto de la jerarquía social y económica entre los años 1933 y 1980 fue del 81%.  Hay que recordar, y hasta pellizcarse, para incidir de que se trata de EEUU, el paradigma del capitalismo del siglo XX, y que nunca ningún país europeo, por famoso que sea nuestro Estado del Bienestar europeo, ha llegado a tasas tan altas para las clases superiores durante tanto tiempo. Tan solo UK y por poco tiempo en determinados momentos de las décadas del 40 y del 70 llegaron a tipos del 98%.


Para reflejarnos la filosofía de ese pensamiento sobre el sistema impositivo en los 30, Piketty nos recuerda las palabras de  Josiah Wedgwood y Bertrand Russell, los cuales hicieron ésta reflexión en 1929: “Las democracias políticas que no democratizan su sistema económico son intrínsecamente inestables”. No cabe duda que fueron premonitorios y debería ser reflexión aplicable también a los tiempos que corren actualmente


Pero tras la pasión por la igualdad que reinó sobre todo en los países anglosajones (US y UK) desde 1930 hasta la década de los 70, después tomaron la posición opuesta abrazando las teorías neoconservadoras o neoliberales. Bajando los tipos impositivos para las escalas más altas, liberalización de mercados, etc… con las políticas de Reagan y Thatcher. Esta circunstancia también explica la aparición de los superejecutivos y sus supersueldos.


De los 50 a los 80 éstos ejecutivos no les interesaba tanto solicitar sueldos más altos, dado que el 80 o 90% de ese incremento iba a ir destinado al erario público. Pero con esa rebaja fiscal tan escandalosa por parte de los gobiernos neoconservadores de Reagan y Thatcher a las clases más altas de la escala, fue un gran incentivo para el incremento de esos emolumentos, siendo justificados por los ejecutivos, argumentando que iban acompañados a la productividad que ellos le imprimían a la empresa, lo cual es más que discutible, por no decir que es carente de razón. 


En el periodo de 1950-1980 tanto la productividad, como la capacidad y logros de la innovación fueron mucho más altas que en el periodo de 1990-2010. La tasa de crecimiento de la productividad  en el periodo de los 50 a los 70 fue 2 veces mayor al del periodo de los 80 al del 2010.


Por eso Piketty y su equipo abogan por la recuperación de tasas altas del 80 y 90% para la zona más alta de la jerarquía social como en los 50 y 60. Ello provocaría que fuera menos interesante los supersueldos y redundaría también en la productividad. Indicando que no solo es posible su aplicación, sino que es la única manera de contener la deriva de crecimiento salarial en las altas esferas, que generan desigualdad y dinero improductivo. Abogan que el nivel óptimo para éstas sería del 80%, aplicables a los ingresos superiores al 500.000 o 1.000.000 de dólares. Este incremento impositivo sólo afectaría entre el 1 y el 0,5% más rico de la población, y, por ello: no afectaría negativamente al crecimiento de la economía, se podría redistribuir mejor y desincentivaría los comportamientos económicamente inútiles e incluso nocivos.


- Aplicación de la austeridad de una manera eficiente. Utilizada de forma prologada es la peor solución, la más ineficiente y más injusta, pero es la que se ha utilizado en Europa hasta nos hace mucho. Piketty nos pone el ejemplo ejemplo histórico más llamativo de las consecuencias desastrosas de la utilización de la austeridad como elemento reductor de deuda pública emitida es la Inglaterra de 1815; la cual para descender el enorme nivel de deuda pública emitida para hacer frente a las Guerras Napoleónicas, afrontó unas políticas de austeridad tales, que pagaba más intereses de deuda pública que lo que dedicaba a educación; de ahí el retraso educativo que sufrió Inglaterra durante décadas. Los poseedores de deuda estaban satisfechos, pero fue en detrimento del interés general del país.


El mismo caso nos sucede hoy día. La UE dedica varios puntos del PIB al pago de deuda pública y menos de un punto del PIB a sus universidades. Eso hace que cada vez más la UE no se esté encontrando preparada para los retos del siglo XXI.


En conclusión de todo lo anteriormente expuesto, Piketty tras analizar los series históricas de datos sacados de los impuestos sobre la rentas y sucesiones desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, determina que:


-> La principal fuerza desestabilizadora es que el rendimiento del capital privado “r” sea significativamente, duradero en el tiempo y más alto que la tasa de crecimiento de la economía “g”. => r > g.


r > g  => Implica que la recapitalización de los patrimonios procedentes del pasado es más rápida que el crecimiento de los salarios y de la producción. => El pasado devora el porvenir.


Si r > g es a escala mundial y continuado en el tiempo => Provoca unos niveles de desigualdad peligrosos.


Ante ello cabría una serie de soluciones:

  • Aumentar la inversión en formación e I+D, etc… pero no sería suficiente para crecer a tasas del 4 o 5% para que subiese g.
  • Implantación de gravámenes al rendimiento del capital para provocar que se frene que r>g. Pero conocemos el riesgo de agotar el ritmo de crecimiento y reducir la tasa de crecimiento.

Por lo tanto, la única solución posible pasaría por la implantación de un Impuesto Progresivo anual sobre el Capital. Así podríamos:

  • Evitar la interminable espiral de desigualdad.
  • Preservar las fuerzas de la competencia y los incentivos de la misma para que no deje de haber acumulaciones originarias.

Es decir, podríamos contener el crecimiento sin límites de las desigualdades patrimoniales mundiales, que crecen aun ramo insostenible hoy día, y de sería preocupar has los mas firmes defensores del mercado libre y autoregulado.


Además, históricamente se puede observar que las fortunas tan desmesuradamente grandes tienen poco que ver con el espíritu empresarial y no tienen utilidad ninguna para el crecimiento. Como dice el artículo 1º de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: “No son utilidad común”.


Problemas a los que se enfrentaría la implantación de este impuesto, o ¿que necesita para su implantación?. Pues, fundamentalmente Piketty nos indica que necesitaría de una alto grado de cooperación internacional.


Subraya el autor, que r > g no es debido a imperfecciones del mercado o de la competencia. Si no a todo lo contrario, es consecuencia del mercado libre en si.

Me gustaría acabar este artículo sobre el estudio de la desigualdad de Thomas Piketty, con una frase del mismo:


Me parece, que los investigadores en Ciencias Sociales de todas las disciplinas, los periodistas, los comentaristas de cualquier medio, los militantes sindicales y los políticos de todas las tendencias, pero principalmente los ciudadanos, deberían interesarse seriamente por el dinero, su comportamiento, sus hechos y evoluciones que le rodean. Quienes tienen mucho nunca se olvidan de defender sus intereses. Negarse a usar cifras rara vez favorece a los pobres.”


Y ruego me admitan una última reflexión. Recuerden para el futuro, que la implantación de este impuesto propuesto por el señor Piketty, hoy lo vemos como utópico. Como también en el pasado pensaban que eran inalcanzables logros sociales y laborales, que hoy tenemos y damos por hechos, como la jornada de 8 horas, la inserción  laboral de la mujer, el sistema de pensiones y subsidios de desempleo, las 40 horas semanales, y un largo etcétera. Y a la vez quiero recordar, para que no se consiga de la misma forma, que la mayoría de todos esos derechos se consiguieron  con la oposición total de las clases económicamente más altas, ese 10% superior del que nos habla Piketty, y por la lucha incansable durante muchos años, y en muchos de los casos violenta del otro 90%. Los que hoy llamamos derechos y placidamente disfrutamos. no se consiguieron porque si, nada de eso fue dejado hacer por las clases dominantes con su complacencia, se consiguieron gracias a la protesta y a la lucha de los movimientos sociales de corte progresista.


Piketty nos enseña que los datos y los hechos analizados desde un punto de vista objetivo y científico, alejándonos de cualquier influencia ideológica o preconcevida, nos revelan hechos históricos que nos parecen increíbles, por nuestro desconocimiento y que son totalmente reveladores. Nos ha enseñado y demostrado que, cuando las tasa impositivas y la regulación estatal han sido más altas, más crecimiento global ha habido, más se ha reducido la desigualdad, mas estabilidad económica se ha disfrutado. Y cuando más libre ha sido el mercado y menos intervencionista el estado, acompañado de la práctica eliminación de los impuestos a las grandes fortunas, menos se ha crecido económica y globalmente, mayores niveles de desigualdad se han generado y más número de crisis económicas ha habido. Por lo que nos demuestra que con la existencia de un Estado regulador, un sistema tributario eficiente, justo y progresivo, obtendremos una sociedad menos desigualitaria, una clase social media más amplia y una mayor estabilidad económica y social.


La historia nos indica que las sociedades de la edad moderna cuanto más igualitaria sean, mas estables social y económicamente serán. Y eso, que duda cabe, es beneficioso para todos. 

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